En esta edición de la London Fashion Week, Sarah Burton, al frente de Alexander McQueen, daba rienda suelta a ese mundo onírico en el que de vez en cuando la firma se adentra.
Un prêt-à-porter que en muchas ocasiones rozaba la delicadeza y el saber hacer de la alta costura para mostrar abrigos y vestidos con motivos que evocaban el mundo de los sueños surrealistas de la gran Schiaparelli a través de unicornios, animales, relojes, labios etc. También vimos mucho estampado floral y alrededor de la temática de la mariposa. En realidad estos motivos florales estaban pintados a mano por un especialista según he podido leer.
En cuanto a la sastrería, uno de sus puntos fuertes como buena empresa inglesa que es, destacaba la apuesta por los cuellos de pelo y el juego con las solapas. Vimos pieles, correas en los pantalones, aberturas y transparencias imposibles, bordados de ensueño...un cóctel que daba como resultado una propuesta que iba de la realidad al surrealismo y viceversa.
Volvemos a destacar una tendencia que ya vimos en muchísimos desfiles como es el uso del fondo oscuro como base para estampaciones y derivados. Igualmente los hombros descubiertos vuelven a aparecer en pasarela.
Personalmente me quedo con la parte final del desfile, que es una progresión del día a la noche terminando con un guiño que acaba metiéndonos en la cama. Como siempre sorprendiendo, como siempre subiendo a la pasarela pequeñas joyas y trasladando la moda, a mi juicio, al campo del arte.
¡Pasen y vean!
Photo: Kim WestonArnold / Indigital.tv
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